El nombre del ritmo más popular del Río de la Plata está registrado en nuestra lengua desde 1837, acuñado por el etimólogo cubano Esteban Prichardo, y todo parece indicar que su origen es africano, nacido en alguna de las lenguas traídas a América por los esclavos. Sin embargo, debemos tener presente que ese tango primigenio poco tiene que ver con esta música típica rioplatense, inmortalizada por los uruguayos Carlos Gardel (cantor) y Gerardo Mattos Rodrígues (compositor).
En efecto, en su Nuevo diccionario lunfardo, José Gobello recuerda que, hacia la primera mitad del siglo XIX, se llamaba tango a las reuniones de negros que bailaban al son de sus tambores. Para este autor, se origina en la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo portugués tanger, que significa ‘tocar un instrumento musical’.
Sin embargo, el musicólogo brasileño Nei Lopes cree que el nombre de este ritmo proviene más bien de tangu, que en la lengua africana quimbundo designa un movimiento de la pierna en algunos tipos de baile, mientras que otros autores señalan la lengua sudanesa ibibio, en la cual se llama tamgu a una danza con tambores.
Corominas se adhiere a la hipótesis del origen africano, pero señala ‘cierta danza llamada tangue que aparece en el siglo XVI en Normandía’, aunque él mismo admite que se trata de un vocablo de formación independiente.
Como ocurrió con otras palabras de origen africano, es posible que tango haya entrado a Cuba y a Sudamérica en forma separada, aunque con el mismo origen. El tanguillo, que hizo furor en Andalucía hacia la segunda mitad del siglo XIX, parece haber llegado desde Cuba, país con el que esta región de España mantuvo siempre intenso intercambio cultural.
Sólo fue en las postrimerías del siglo XIX cuando el ritmo sensual del tango empezó a hacerse oír en los arrabales de Montevideo y de Buenos Aires.
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