Un revista-laboratorio dedicá na poesía, proza, ciencia, arte, música, historia, política na papiamentu
El amor, madre, a la patria
No es el amor ridículo a la tierra
Ni a la hierba que pisan nuestras plantas.
Es el odio invencible a quien la oprime.
Es el rencor eterno a quien la ataca.

Jose Martí

8/29/2009

«Un pueblo ignorante tá un instrumento ciegu di su propio destrucshón» (Simón Bolívar)

Awe nós ta publicá un fragmento for di un discurso di Simón Bolívar, más actual qu nunca. E discurso en cuestión tá Discurso pronunciado ante el congreso de Angostura (el 15 de febrero de 1819).

Por haña e texto riba e página-web di Monte Avila Editores, huntu cu algún otro buqui descargábel di forma gratuito. E enlace directo na e antología di Simón bolívar tá:



ÉTICA POLÍTICA

Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia,
de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni
poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las
lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado,
son los más destructores. Por el engaño se nos ha
dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado
más bien que por la superstición. La esclavitud es
la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento
ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga,
abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos
de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan
como realidades las que son puras ilusiones; toman la
licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza
por la justicia. Semejante a un robusto ciego que
instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la
seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los
escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido
si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla;
porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad
consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las
leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son
más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor;
que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas
de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio
de la libertad.Así, legisladores, vuestra empresa es tanto
más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres
pervertidos por ilusiones del error, y por incentivos nocivos.
La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero
de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán
que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir
el saludable nutritivo de la libertad. Entumecidos sus miembros
por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de
las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles,
¿serán capaces de marchar con paso firme hacia el augusto
Templo de la Libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca
sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro
que allí reina?
Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis
que vais a echar los fundamentos a un pueblo naciente que
podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado,
si vosotros proporcionáis su base al eminente rango
que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el
genio tutelar deVenezuela que debe inspiraros el acierto de
escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a
adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito,
la esclavitud será el término de nuestra transformación.
Los anales de los tiempos pasados os presentaránmillares
de gobiernos. Traed a la imaginación las naciones que han
brillado sobre la tierra y contemplaréis afligidos que casi
toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos.
Observaréis muchos sistemas de manejar hombres, mas
todos para oprimirlos; y si la costumbre de mirar al género
humano conducido por pastores de pueblos, no disminuyese
el horror de tan chocante espectáculo, nos pasmaríamos al
ver nuestra dócil especie pacer sobre la superficie del globo
como viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles
conductores. La naturaleza, a la verdad, nos dota al nacer del
incentivo de la libertad;mas sea pereza, sea propensión inherente
a la humanidad, lo cierto es que ella reposa tranquila
aunque ligada con las trabas que le imponen.Al contemplarla
en este estado de prostitución, parece que tenemos razón
para persuadirnos que losmás de los hombres tienen por verdadera
aquella humillantemáxima, quemás cuestamantener
el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía.
¡Ojalá que esta máxima, contraria a la moral de la naturaleza,
fuese falsa! ¡Ojalá que esta máxima no estuviese sancionada
por la indolencia de los hombres con respecto a sus
derechos más sagrados!
Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la
opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de
algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han
recaído en sus antiguos vicios políticos: porque son los pueblos,
más bien que los gobiernos, los que arrastran tras sí la
tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los
encantos del honor y de la prosperidad nacional; ymiran con
indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad,
bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. Los
fastos del universo proclaman esta espantosa verdad.


E bitácora aquí tá abrí pa reacshón. Tur reacshón tá someté na moderashón y solamente lo sali publicá si e «bitacorístanan» ta haña qu ta trata di un reacshón constructivo (no necesariamente mester tá di acuerdo cu nós).

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